domingo, 7 de febrero de 2010

¿Cuándo es el ruido que hice? (aka. Déjame llorar en paz)



Señoras y señores, he aquí mi obra maestra. Originalmente era una obra de 19 actos, sin contar el prólogo y el epílogo. Pero, gracias a mi gran genio, he podido sintetizarla en un solo acto. Es mi obra más profunda y existencial hasta ahora. En ella resumo mi postura filosófica ante el mundo, obtenida después de años de estudio y reflexión. Espero que los cautive.


¿Cuándo es el ruido que hice?


Aka. Déjame llorar en paz



[A lado de una alberca. Perros juegan adentro, gatos los montan evitando mojarse. Va a amanecer. Un hombre de traje impecable forcejea con una adolescente, casi una niña. Hay un semáforo que se mantiene en verde en el fondo.]

Señor elegante: [Llorando con una enorme sonrisa en la boca.] Es la misma historia que me contaste la ocasión pasada, Chiquilla. ¿No te acuerdas? Me dijiste que tu madre te pegaba en la frente las estampitas repetidas, haciéndote ver el gasto innecesario que es el comprar más y más sobres de estampitas, esperando que te salgan las que te faltan para llenar el álbum.

[Ella saca un cigarrillo de la bragueta abierta del hombre. Se lo lleva a la boca. No lo enciende.]

Nínfula adolescente: Dijiste que me amabas.

Señor elegante: [Escupe sangre] Espera.

Nínfula adolescente: [Más lento] Dijiste que me amabas.

Señor elegante: [Bajándose los pantalones.] No comprendo por qué estás aquí.

[Una ardilla de chocolate cae al suelo. El semáforo cambia a amarillo.]

Nínfula adolescente: [Llora] Se te cayó algo.

[Mientras él se agacha a recoger la ardilla, ella deja de llorar y le baja la cabeza con una mano, haciéndole un chupetón. Emitie un sonoro *chuik*.]

Señor elegante: [Temblando.] No compruebes mi fuerza motriz, señorita.

[Ella saca a un gato de la alberca. Lo acaricia, para después tomarlo de la cola, darle vueltas en el aire y arrojarlo al hombre. Le cae en la cara. Hay un forcejeo. El gato es arrojado de nuevo a la alberca.]

Nínfula adolescente: Te va a gustar.

Señor elegante: [Furioso.] Tienes cara de perro.

[El semáforo cambia a rojo. Un obrero llega cargando un excusado. Comienza a instalarlo a un lado del semáforo.]

Nínfula adolescente: [Toma una bebida tropical del suelo y arroja su contenido a su propio rostro.] ¿Dónde puse las llaves del carro?

Señor elegante: [Se tira al suelo, boca abajo.] Busca en tu culo. Últimamente hay de todo ahí.

Nínfula adolescente: [Seria, comienza a buscar en su propio culo.] No busco tu perdón.

[El semáforo enciende con tres colores: azul blanco y morado. Él se arrastra hasta los pies de ella, y la abraza.]

Señor elegante: La pared está llena de grietas desde que te fuiste.

Nínfula adolescente: [Saca un martillo de su propio culo y lo estampa contra la cara del señor elegante.] Tu rostro ha cambiado, ya no lo reconozco.

Señor elegante: [Se ríe] ¿Fue el beso?

Nínfula adolescente: [Ella ríe con él.] Tienes cara de perro.
[Los dos se abrazan y ríen juntos. Él saca un sobre enorme, con una foto del rostro de Sartre, estampado en aquél y se lo entrega.]

Señor elegante: Vete. Dale el sobre a tu madre.
[Ambos se besan. Después de besarse, escupen sangre. El hombre se mete a la alberca a jugar con los gatos y perros. Ella muerde el sobre y lo zarandea.]

Nínfula adolescente: [Grita mientras sale de la escena:] ¡No le digas a nadie!

[El semáforo parpadea mostrando todos los colores. El obrero termina de instalar el excusado, se mete dentro de éste y le baja, desapareciendo.]





5 comentarios:

Anónimo dijo...

Mierda inclusive. ni maldito ni poeta, muerete y ya.

Un narrador dijo...

Gracias, gracias. Comparto tu sabia opinión anónima.

Anónimo dijo...

ja, ja, ja. Duele, nulo, duele

fanny dijo...

muy interesante tu blog, me gustaria que visitaras el mio http://tododecualkierkosa.blogspot.com/ tal vez puedas recomendarme en tu blog,si lo haces yo recomiendo el tuyo ok
bye...

Anónimo dijo...

Es notable la brillantez woodyallenesca y dadaísta que se lee en tu cuento. Me parece que un estudio semiótico revelaría que...
Nel que hueva seguir con ese choro. Me gusto lo improsivado improvisador que resulta esta tu obra filosófica maestra. Un abrazo.
Isaac