miércoles, 15 de abril de 2009

El Tigre


Había sido una noche tranquila. Demasiado tranquila para esta ciudad. Sólo dos o tres gritos rompieron la calma nocturna, todos ellos provenientes de mi compañero, Durango, quien últimamente sufre un terrible caso de insomnio, quizá provocado por las cuatro tazas de café que toma a diario antes de ir a la cama. Cuando Durango no puede dormir, tiene la manía de cortarse las uñas de los pies con un enorme cuchillo de cocina, mientras conserva apagada la luz de su recámara, de ahí los gritos.
___Como dije, el día comenzó sin contratiempos mayores. Para mí, los días inician a las cuatro de la tarde, no porque tenga un problema de desorden de sueño, después de todo, quién puede tener problema alguno durmiendo dieciocho horas diarias.
___Así que a las cinco de la tarde estaba a punto de acabar con una cajetilla de buenos rubios, cuando recibí la llamada. Era una mujer, por supuesto. Y parecía desesperada. Dijo que tenía un trabajo para mí, y que debía encontrarme con un tal Tigre en el museo, donde guardan las piedras antiguas que a los profesores tanto les fascina ver, mientras inventan historias de tribus ancestrales que gustaban de comer gente y sacrificar mujeres. A mí, las piedras antiguas no me enloquecen, pero en ese lugar el Tigre me diría qué hacer. En cuanto a la mujer, colgó tan rápido como hablaba.
___Tomé mi vieja arma, una Pilot V Ball, bien cargada de tinta. Suelo llevarla en el bolsillo izquierdo de mi pantalón. Siempre preparada, por si alguien quiere hacerse el inteligente conmigo. Nunca pasan quince minutos sin que me asegure que mi Pilot sigue en el bolsillo, el contacto de ella con mi zurda me mantiene equilibrado.
___En el camino hacia el museo me encontré a una anciana maestra que dijo estar sorda de los dos oídos, lo que yo había sospechado después de veinte minutos gritándole que no me siguiera.
___Llegué al lugar indicado, y esperé a que el Tigre me encontrara. Un individuo calvo llegó con un libro en la mano y me miró de una manera extraña. Pensé que él sería el Tigre, pero cuando se lo pregunté, bromeó histéricamente sobre rugir y estar en la selva. No me reí.
___Al fin, el Tigre llegó, y me dijo que debía subir a la planta alta del edificio, que ahí estaría todo preparado y sabría qué hacer.
___Subí sin cuestionarlo, no me gusta hacer demasiadas preguntas a personas que no sabrían responderlas. Al parecer para el Tigre, todo preparado significa ciento veinte litros de vino y cuatrocientas copas sobre una mesa. Entendí que él deseaba que emborrachara a ochenta personas, para que pudiera convencerlas de que él es un amor.
___Un trabajo así es demasiado para un solo hombre, así que pedí refuerzos. Pero sólo llegó Durango.
___Soy un hombre modesto, pero vaya que hicimos un buen trabajo. En menos de una hora, ochenta personas se arrastraron por el suelo alabando al Tigre.
___No todo fue felicidad. Durango se enojó conmigo, pues estaba convencido de que un estornudo mío espantó de forma mística a una jovencita. Dijo que rompí la tensión sexual que él y ella habían acumulado en toda una noche de coqueteo, o algo parecido. No lo sé, quizá para él tensión sexual es no dejar de mirar a una mujer en toda la noche mientras se tienen fantasías eróticas y ella, desinhibida, platica con otros hombres.
___A la hora de cobrar por el trabajo, el Tigre quiso regatear conmigo. Antes de que pudiera hacerlo, ya lo estaba apuntando con un par de números disparados por mi vieja Pilot. Su reacción fue torpe, pues también me había asegurado de emborracharlo a él. Terminó pagándonos el doble de lo acordado. Tal vez así aprenderá que el amor nada tiene de gratuito.


2 comentarios:

fanny dijo...

me gustaria que visitaran mi blog y dejen su comentariohttp://tododecualkierkosa.blogspot.com/

fanny dijo...

http://tododecualkierkosa.blogspot.com/