–Antes de que me comas –le dijo el hombre al gigante–, debes saber que por ser un hombre muy pero muy triste, una parte de mí sabe a desgracia y la otra a regocijo, de comerte la primera serás desgraciado toda tu vida, y si te comes la segunda, el regocijo te acompañará hasta la muerte. Pero no sé cuál parte es cual, y si te comes las dos partes –continuó el hombre triste–, caerás muerto instantáneamente. ¿Ves ahora que es más conveniente no comerme?
Siendo Gargantúa un gigante muy práctico que cuando toma una decisión no da vuelta atrás, partió en dos mitades al pobre hombre y con ellas se dirigió al pueblo más próximo. Ahí cocinó las dos mitades, organizó una fiesta en la que invitó a todos los habitantes del lugar, y en la mesa principal, en dos grandes platos, estaban, irreconocibles, las mitades del hombre cocinadas con la maestría que el gigante había adquirido como gourmet tras tantos año de comilón. Todos los invitados comieron, menos Gargantúa, quien estaba ocupado conversando con las mujeres más bellas del lugar.
Horas más tarde, cuando la comida habíase terminado, la mitad de los invitados estaban tirados en el suelo sollozando de tristeza, mientras que la otra mitad gozaba de felicidad sin razón aparente. Fue entonces cuando Gargantúa procedió a comerse a cada uno de los invitados felices, evitando siquiera tocar a los desgraciados. Luego continuó su camino con una irreprimible sonrisa en su enorme rostro.
2 comentarios:
Esto es más bien un ejemplo de ser un perfecto cabronazo.
Es verdad. Supongo que no se puede esperar menos de un monstruo.
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