miércoles, 22 de abril de 2009

Desalojo


Hoy en la mañana llegó una carta a mi puerta en donde me piden que desaloje mi habitación lo antes posible. Podría hacerlo, pero no me gustan los parques públicos como cama. La última vez que estuve en uno en ese plan, desperté con la cabeza apoyada sobre una almohada de ratas vivas. No es queja, es la almohada más cómoda que he usado. Lo molesto es que la estaba compartiendo con un vagabundo bastante cariñoso. Si algo sé es que no se debe confiar en una persona que tiene un profundo vínculo maternal con su sombrero, y que guarda celosamente en sus bolsillos la docena dientes que se le han caído. Por ello no pienso mudarme. Lo cual sólo es sencillo de decir. Conociendo a mis caseros, quienes sospecho que se criaron en un Gulag, si paso un día más aquí comenzarán a utilizar las más perversas técnicas rusas de tortura para ahuyentarme, como hacer que su hija Leonmarinovna tome el sol en bikini acostada en el jardín junto a mi ventana. Créanme, cuando eso sucede lo menos preocupante es que todas las plantitas del jardín mueran por la falta de sol causada por la enorme sombra de Leonmarinovna.

Como no puedo quedarme, pero tampoco quiero irme, he ideado un plan que me permitirá evitar la terrible visión del cuerpo en bikini de la hija de los caseros, así como presenciar los intentos del vagabundo por amamantar a su sombrero. Mi plan es, mañana a las 7am., salir de mi cuarto berreando y propagando insultos a diestra y siniestra. Enloquecer, sí. Armaré un escándalo. Voy a arrojar cosas, subiré paredes, arañaré el musgo del rostro de la casera, hablaré en lenguas… en fin, recorreré todo el catálogo de actos del adolescente histérico. Una vez hecho esto saldré gritando y corriendo a la calle, y justo en ese momento un automóvil me atropellará, desapareciéndome de este mundo. La escena será impactante. Loco corre desquiciado, automóvil lo aplasta. Maravilloso. Y es justo en ese momento, ante los ojos pasmados de mis caseros y su hija, cuando del automóvil que me atropelló bajará, nada más y nada menos que, el Duque de Abrantes. Con toda su gloria y majestad. Repartiendo jazmines y gardenias a los presentes. ¿Qué hará el Duque de Abrantes? Irá directo con los caseros y pedirá la habitación recién desocupada. Sin duda se la darán. Al menos por dos razones. La primera es que él es el Duque de Abrantes, la segunda es que él acaba de atropellar a quien los injurió y deshonró, convirtiendo al Duque en un héroe. De esa manera el Duque se quedará con mi habitación, sin problemas de desalojo y viviendo como la realeza se lo merece. He aquí el twist de la historia, el Duque seré yo, disfrazado. Y la escena del atropellamiento será un elaborado montaje cuyo secreto no revelaré. Tengo unas cuantas horas para terminar de prepararlo, por ello no me demoraré más escribiendo esto. Les aseguro que será grandioso. 


1 comentario:

MRL dijo...

Mucha suerte Narrador, espero que logres la hazaña de quedarte con tu cuarto.
Una pregunta: ¿Te gustan los gatos?